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Entre luces y sombras

“El roble más fuerte del bosque no es el que está protegido de la tormenta y escondido del sol. Es el que está al aire libre donde se ve obligado a luchar por su existencia, contra los vientos y las lluvias y el sol abrasador”.

Napoleon Hill

La creíste derrotada, aunque quizás no se había marchado del todo, sino que estaba en un latente letargo esperando el momento idóneo para embestirte de nuevo. Te planta una nueva batalla al desplegar sus exuberantes alas negras que encarcelan tu alma. Dicen de ella que es leve, severa, mayor, crónica e incluso oculta. Se presenta con muchas caras, pero ninguna es bonita de ver.

No entiendes por qué sigue tus pasos como una gran nube gris sobre tu cabeza. Sin querer, sucumbes a su colosal fuerza que te arrastra a su recóndito mundo. Te dejas caer sobre la cama donde encuentras un espacio para descansar de tanta agitación. Cuanto más luchas más te hundes, hasta que no puedes moverte, no puedes respirar como en unas arenas movedizas. Vuelve a llover en la habitación y no tienes abrigo que te arrope. El frío se cala intenso en tu pecho. Se hace dueña de los pensamientos, los envuelve en un halo de tristeza y melancolía infinitas. Todo lo cubre en negativo y, aunque intentas cambiar el signo, se empeña en apagar la luz que entra por la ventana. Se da el permiso de anular los sentidos arrasando, como una lluvia torrencial, las ganas y el placer por lo que te rodea. Le encanta escarbar en tu pasado, remover las heridas que no han sanado mientras el presente se esfuma como las olas que se deshacen en la orilla.

Es una inquilina incómoda que no cesa el ruido interno de tu mente. Un veneno que extingue ilusiones, motivaciones y energías poco a poco. Deja su espina clavada tan profunda que, a veces, acompañada de su gran amiga y aliada, la ansiedad, va debilitando el aire que respiras. Te abruma y alberga en tu ser la desesperanza, dándolo todo por perdido. Te agota y te mira desafiante dejándote en un abismo emocional sin retorno. Pone trampas a la mente mientras la culpa se aloja sin licencia. ¡Que se vaya, que no la quieres!

Sin embargo, llegará un día en que ciertamente se desvanezca en cenizas huidizas para no volver a atraparte con sus robustas garras. Ese día una poderosa resiliencia te dará un empujoncito para plantarle cara, para abrir nuevas puertas y abrazarte a aires nuevos. Eso sí, a paso lento. Aunque pienses que no puedes, sí que puedes porque has decidido quererte y ponerte manos a la obra, a sacar fuerzas de donde no las tienes y a dar pequeños pasos hacia esa dirección correcta que tanto se resiste. No la alimentarás con un caramelo de fresa que pueda saborear gustosa mientras tú te apagas. Le llevarás la contraria, sabes que ese es su punto débil. Lo que propone para tu vida no te gusta. Su plan no es bueno para nadie. ¿No quiere que salgas? Saldrás ¿No quiere que comas? Comerás. ¿No quiere que bailes? Bailarás. ¿No quiere que sientas? Sentirás.

El compromiso es contigo. Sabes que el camino será largo, duro e incluso muchas veces dejarás de avanzar para dar pasos atrás. Sin embargo, ahí estarás, en pie, mirándola de frente, volcando tu amor en los que te quieren, te arropan el alma, te fortalecen el corazón y te dan aliento, porque te conocen y saben que tú no eres ella. La vida grita impaciente, ponte a correr que no espera. Pinta un nuevo lienzo con tus colores favoritos.

A todas las personas que se enfrentan cada día con su mayor enemiga, la depresión.

La victoria siempre es posible para la persona que se niega a dejar de luchar”.

Napoleon Hill

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