TIERRA AJENA
Si tan sólo supieran que al cruzar el océano y pisar el suelo que la baña, morí y traspase el límite de una oscuridad desconocida.
Si tan sólo supieran
que el rostro de sus caminantes,
como mimos tatuados
de un blanco sombrío,
transformaron el paisaje de selvas
a un camaleónico gris asfaltado.
Si tan sólo supieran
que las batallas
que libraron mis ancestros
con la armadura de sus ancestros,
transformaron en sollozos
el encuentro casi divino
de millares de corazones,
que se acariciaban
con el mismo lenguaje de una mirada.
Si tan sólo supieran
que soy de tierra ajena,
de tierra ajena
pero tan cercana,
a las caballeras de sus damas
y a la humanidad de sus abuelos
que asoman por sus ventanas.
Si tan sólo supieran
que la mitad de mi vida
permanece a su diestra
y la otra mitad deambula
por la estación desconocida
y a su siniestra,
entenderían que la mano que hoy les ofrezco,
que el calor de vida que hoy les profeso,
es sólo la mitad de los perdones
que aún quedan por pronunciar,
entre sus historias y las mías
entre sus mitos de tierras descubiertas,
entre sus leyendas de tierras colonizadoras
y las nuestras.