fbpx

Todo lo que dije “donde dije digo”

Alguna vez me planteé ser madre (con escasa imaginación, por cierto) y otras no.

Me fijaba en ciertas cosas que en mi lugar quería que fueran de otra manera.

Sabía que no quería dar el pecho y los comentarios de otras mujeres recalcando las grietas (a veces sangrantes), y sobre todo el dolor moral, tampoco me motivaban a cambiar de opinión.

En charlas con amigos aquello de “te cambia la vida” parecía que solo afectaba al tema del sueño, al desgaste físico de andar corriendo detrás del crío con mil ojos o a prescindir del estado de libertad en todos los sentidos.

Veía a todos los papás salir para medio día fuera de casa como si hicieran una mudanza a una segunda residencia.

También notaba que el tiempo ya no era un recurso para entablar conversación, sino la niña, que de vez en cuando echaba una sonrisa o incluso que ya iba bien al baño.

A estas edades mi teléfono se iba llenando de hijas e hijos de otros por papás eclipsados.

Ahora es cuando viene el “digo Diego”:

Tengo una niña. Se llama Naia. Es preciosa por dentro y por fuera (la más). Duermo poco, doy el pecho. Acabo de llegar de un viaje de 4 días con ella y la he bañado en un barreño porque: oh sorpresa! No cabía en el coche su bañera. Cabe destacar que mi equipaje era una bolsa de Mercadona.

He saturado a amigos y familiares con fotos y vídeos para que se derritan como lo hago yo.

He vivido todo tipo de experiencias y es ahora cuando entiendo a cada una de esas mamás:

NADA se compara a tener un hijo. Y sabéis lo mejor? Que tu vida ya no es tuya pero es el robo más bonito de la historia

BUSCAR