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Nilo..

“… Ayer me sucedió algo muy raro. Agotado por los nervios de la operación, ya de madrugada y este calor, me pareció entrever un gusanito que se desplazaba hacia tus hombros. Yacías con la cara y el cuerpo vueltos hacia mí. Se te había quedado el camisón abierto y me regalaba una visión de tus pechos que me conmovió. Era la última noche que disfrutaría una panorámica cómo aquella. Desde que tuvimos a Lisa, ella era el centro de todo, y empecé a ignorar tu cuerpo. No debería decir esto ahora, pero cómo lo lamento.

            El caso es que observando el lento movimiento del gusanito, me preguntaba cómo sería el mundo desde su punto de vista. ¡Qué absurdo! Con el cansancio, ese pensamiento se distorsionó y me arrastró a un duermevela que me llevó a un éxtasis inexplicable. Ahí, mi espíritu se había adueñado del cuerpo de aquel gusanito. Lo primero que sentí fue un fuerte edor, una extraña mezcla entre sudor y lejía. Sentí desvanecerme. Empecé a deslizarme por encima de las sábanas de algodón, pero era ardua tarea: las arrugas eran grandes cordilleras. Aquello me transportó a mis ascensos, pero en otra dimensión. Trepaba por tu espalda. Tenía ante mí la oportunidad de alcanzar uno de los perfiles más bonitos de la tierra. Mi gran pasión se había fusionado con mi gran amor. Merecía la pena correr el riesgo por admirar unos instantes las privilegiadas vistas desde la cumbre. Al alcanzar el reto de escalar el pico más alto de la sábana, tus perfectas caderas, apareció ante mí una perspectiva imposible: una montaña redondeada, blanca y delicada. Su cima tenía el color de las granadas. El gozo de aquella mística visión me hizo languidecer. Ya no veré más aquella colina de marfil…”

 

Fragmento de la obra teatral “La teta lisa” que se podrá ver los días 24,25,26 y 27 de Mayo en Barcelona, en la Vilella Teatre.

            Es un claro ejemplo de que muchas veces soñamos con algo que lo hemos tenido a nuestro alcance durante mucho tiempo, pero no le hemos dado la suficiente importancia. En el momento en que vamos a perderlo, aquello recupera su valor e incluso pasa a ser imprescindible, porque sabemos que ya no lo vamos a volver a tener. Debemos de pensar que no solo los objetos, sino que las ilusiones, las oportunidades, incluso la vida, muchas veces no tenemos más que una ocasión.

            Nilo, de esta manera tan poética, recorre el perfil del cuerpo de su amada Olivia. Aunque es su ex-mujer, el hecho de recordar algo que sabe que no va a volver a estar ahí, le lleva a elevarlo y transportarlo a su pasión, la escalada. Y nos regala una bonita metáfora del pecho de Olivia.

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