Carolina África es lo que se llama una dramaturga, directora y actriz emergente. Reconocida y premiada profesionalmente pero todavía no muy conocida por el gran público. Espectadores que tienen la oportunidad de conocerla viendo “Vientos de Levante” y “Verano en diciembre” en el Teatro Galileo de Madrid desde primeros de mayo hasta primeros de junio. Obras que ha montado con la compañía La Belloch. Montajes que ya han sido vistos en cortas temporadas en otros teatros como el Teatro Español y Centro Dramático Nacional (CDN) han sido aplaudidos por la crítica y por el público, lo que les ha dado fuerza para reponerlas y para girarlas.
Antonio Hernández (AH) – Para aquella gente que todavía no la conoce ¿quién es Carolina África?
Carolina África (CA) – Carolina África es una mujer con muchas inquietudes y casi todas relacionadas con la comunicación.
Comencé estudiando periodismo que se considera una “ciencia de la comunicación”, aunque pronto me di cuenta de que prefería hacerlo desde un lado más artístico, eso es el teatro, el arte de la comunicación así que también estudié interpretación en la RESAD [Real Escuela Superior de Arte Dramático].
Al licenciarme no salí con contratos de trabajo, pero hice de la necesidad virtud, algo muy típico en los tiempos de crisis. Comencé adaptando obras con unas amigas y luego me lancé a escribir mis propios textos. De esta manera se creó el vínculo de la Carolina dramaturga con el de la Carolina actriz.
Ha sido con mucho trabajo y con mucho esfuerzo como he ido desarrollando todas estas inquietudes. Escribiendo textos pensando en su puesta en escena y defendiéndolos encima de un escenario
Cuando escribí “Verano en diciembre” lo presenté al Premio Calderón de la Barca y tuve la gran suerte de ganarlo. Quise que lo dirigiera Lautaro Perotti, un director argentino al que admiro. Él me dijo que tenía que dirigirlo yo, porque desde la escritura se veía que tenía clara la puesta en escena.
Me daba mucho terror [dirigirla], pero él me dijo que probase y que si veía que no era capaz, él se incorporaría al proyecto. Lo hice e invertí el dinero del premio en ponerla en pie y en rodearme de un equipo increíble añadiendo las facetas de productora y directora a las de dramaturga y actriz.
Alquilamos un local. Y fuimos dando pasitos que nos iban abriendo el camino. Tuvimos la gran suerte de que una distribuidora se fijara en nosotras. A pesar de ser un premio Calderón de la Barca la producción no contaba con caras conocidas, pero apostaron por nosotras.
Además, Ernesto Caballero, nos dejó hacer la presentación del premio, que siempre es una primera lectura de la obra, en el Teatro María Guerrero [perteneciente al CDN]. Fue un éxito.
Poco a poco conseguimos hacer funciones. Y, dos años después, terminamos incluidos en la programación del CDN. Fue maravilloso. El boca-a-oreja funcionó de tal manera que llenamos todos los días.
Continuamos con una gira muy larga por España. Invertimos mucho trabajo, esfuerzo y nuestro dinero para poder hacer una gira internacional. El texto volvió a Argentina [donde ella lo había escrito] en un diciembre cumpliendo así otro sueño, el de vivir un auténtico “Verano en diciembre”.
Así, poco a poco, me animé a escribir otros textos como “Vientos de Levante” o “Modërna” [coescrito y codirigido junto a Julio Provencio] que estuvo el año pasado [2016] en el Frinje [Festival de artes escénicas del Matadero de Madrid].
Ha sido con mucho trabajo y con mucho esfuerzo como he ido desarrollando todas estas inquietudes. Escribiendo textos pensando en su puesta en escena y defendiéndolos encima de un escenario
AH – Entonces ¿imagina la puesta en escena de las obras a medida que las escribe?
CA – Normalmente sí. Yo no tengo una dramaturgia de gabinete. Soy actriz y me proyecto en los personajes, aunque me imagino que todos los dramaturgos lo hacen. Pero me gusta pensar los personajes desde la acción, encima de un escenario. Pensar qué me gustaría decir a mí como actriz desde un personaje o qué me gustaría oír de réplica de otro.
No son textos para guardarlos en un cajón y ver si alguien los lee y los pone en escena. Cuando los escribo, pienso en cómo materializaría lo que he escrito a medida que lo voy escribiendo. En “Vientos de Levante”, por ejemplo, si estamos en una playa, en un bar, en un psiquiátrico, pienso cómo hacerlo con pocos elementos escenográficos, porque no tengo dinero para invertir en una gran producción.
Por eso escribo muchas acotaciones. Es verdad que si otro director quisiera montar mis textos podría pasar de ellas absolutamente. Pero mi manera de escribir es pensar cómo se traduciría a la escena.
AH – ¿Han montado sus textos otros directores?
CA – “Verano en diciembre” se ha montado en Uruguay. En Italia también se han hecho fragmentos de esta obra en una semana de dramaturgia española. Han encontrado nuevas soluciones que a mi me han encantado.
También se han montado algunas piezas pequeñas como una pieza breve dentro de “Qué se esconde tras la puerta” que estuvo en el CDN. Y en una escuela de teatro están con otro texto mío.
Yo doy plena libertad, claro, para que hagan lo que quieran. Como cualquier autor al que le montan una obra. Pero, primigeniamente, lo que escribo, lo quiero montar.
AH – También ha escrito poesía ¿cómo influye la poesía cuando escribe teatro o la tiene que dejar a parte?
CA – Hace mucho tiempo que no escribo poesía. Para mí tiene algo muy bonito. Una obra de teatro demanda mucho tiempo, pensar a largo plazo. Un poema puede ser un vómito de un momento que quieres reflejar.
En una época de mi vida me gustaba buscar un rato al día y escribir sobre sensaciones que hubiera tenido ese día. Algo que me hubiera cambiado. La poesía capta un momento que puede aislarse, no es necesario pensar en un recorrido, un recorrido que sí tiene el teatro.
A mi me gusta que en las situaciones más trágicas se escape una sonrisa y que en otras más divertidas haya un quiebro que te rompa algo. Como sucede en la vida.
Aún así hay similitudes entre la poesía y el teatro que escribo.
De hecho se nutren el uno de la otra, trato de que ambos sean directos y muchas veces parten de un mismo punto. En general, en ambas, me interesa la poética que hay en lo cotidiano.
AH- Sus obras de teatro siempre tienen humor ¿por qué es importante el humor en el teatro?
CA – Para mí el humor hace soportable las situaciones más terribles. Eso es lo que me gusta del humor. De hecho hay personas del público que me han señalado que no entendían que ellas se estuvieran riendo y a su lado estuviese una señora llorando como una Magdalena. Me pareció un piropo precioso que me preguntaran cómo se hace eso.
A mi me gusta que en las situaciones más trágicas se escape una sonrisa y que en otras más divertidas haya un quiebro que te rompa algo. Como sucede en la vida.
El humor hace de lupa de las cosas que no queremos ver. Hay tragedias que si no se miran con sentido del humor no somos capaces soportarlas o verlas. El humor puede ser un bálsamo que te va dejando entrar en terrenos muy escabrosos.
No me gusta el humor gratuito o facilón. Me gusta el humor de ver nuestras propias miserias. De reconocernos en ellas. El que surge de situaciones incómodas donde el espectador puede reír pero el personaje está sufriendo muchísimo. Nos vemos reflejados en esa fragilidad en la que, a veces, se nos escapa una sonrisa.
AH – Tal y como lo describe me recuerda al humor de Alfredo Sanzol
CA-Me encanta el humor de Sanzol y alguna vez me han dicho que el mío tiene un aire parecido, para mí es un honor. Su humor es inteligente, te lleva a pensar y a cuestionarte de qué te estás riendo.
AH – En sus obras también se trata el amor fraternal o entre amigos.
CA – La vida sin amor no tiene sentido. Sin el amor en todas sus facetas. No solo me refiero al amor romántico de pareja. Uno necesita tener seres queridos cerca o querer a alguien porque si no, la vida no tiene mucho sentido.
En el caso de “Verano en diciembre” es el amor de una familia que linda a veces con el odio. Las familias son el primer escenario donde uno muestra sus emociones más primarias. Es allí donde nace un amor que se supone incondicional pero suele despertar también lo peor que hay en nosotros.
En “Vientos de Levante” hay ante todo un amor a la vida, a los amigos. Y se muestra la cobardía o la valentía a la hora de vivir ese amor. En “Modërna” Julio y yo tratamos, con mucho amor, de hacer un homenaje a Lola Cordón, y a la profesión teatral que hace que a veces soportemos cosas que no deberíamos tolerar para seguir en la brecha.
Lola [Cordón] es un ejemplo de alguien que sigue ahí, una corredora de fondo que sigue en activo a sus ochenta años. La realidad es que esta profesión no le ha dejado una pensión digna trabajando toda la vida. Es muy fuerte. Aunque como ella dice, el teatro la reverdece. Cada vez que tenemos un bolo, rejuvenece unos años.
AH – El caso de Lola Cordón es el más habitual, sin embargo parece que hay una gran enfado de la gente contra los profesionales de la cultura como si estos fueran unos privilegiados, una casta ¿cómo se podría cambiar esta percepción?
CA – Me lo pregunto muchas veces porque esta situación me da una tristeza infinita. Creo que hay un desconocimiento muy grande por parte de la sociedad de qué significa ser actor.
Se identifica con una alfombra roja o con sueldos millonarios y hay mucha rabia contra eso. No sé cómo se puede hacer para que se conozca que la profesión tiene un paro del 80%, que el grueso de la profesión vive por debajo de 1000 euros, que de un mes para otro se tiene que reinventar, es intermitente, inestable y compatibilizar esto con una vida familiar o con la maternidad son labores titánicas.
Partiría por fomentar un poco más la cultura. No se ama lo que no se conoce . El cuidado y atención que se presta, por ejemplo, en las parrillas televisivas al fútbol o formatos como Masterchef haciendo que sean apasionantes e interesantes no se pone en la cultura.
Al contrario, vemos como la literatura universal o la filosofía desaparecen de los planes de estudio. No hay interés en hacer de la cultura algo atractivo y que siembre curiosidad y ganas de vivirla intensamente
Habría que fomentar ir más al teatro, generar públicos jóvenes. Creo que hay gente que está haciendo grandes progresos como Fernando J. López con sus textos, llegando a los más jóvenes y demostrando que el teatro tiene mucho que aportar a las nuevas generaciones.
Hay desinterés en las instituciones, no hay una red sólida de ayudas a la creación, a los creadores, a programaciones que sean sostenibles económicamente para las compañías, imagino que no le ven una rentabilidad. También resulta difícil valorar lo que cuesta una entrada de teatro.
AH – ¿Por qué hay conciencia de que la cultura es gratuita?
CA – Es cierto que no hay conciencia de lo que cuestan las cosas. Hay gente a la que le cuesta mucho pagar 10 euros por una obra de teatro pero que a la salida no le importa tomarse tres cañas en una terraza y pagar 10 euros por ellas.
Como he dicho antes, creo que se debe a que la cultura no se ha puesto en valor ni se fomenta. O se hace con iniciativas gratuitas que se pueden convertir en una trampa porque luego nadie quiere ir pagando. Y ¿de qué viven los artistas?
El humor hace soportable las situaciones más terribles
También creo que el teatro sufre cuando una persona tiene una mala experiencia como espectador, porque suele pensar “A mi no me gusta el teatro”. Eso en cine no sucede, uno puede tener una mala experiencia con una película pero no piensa “No me gusta el cine”
Y es muy triste porque hace que la gente se pierda muchas cosas. Cuando se tiene una experiencia buena en teatro, no es comparable con nada. ¡Ha sucedido ante tus ojos, en el presente, has vivido algo único e irrepetible!
AH – ¿Por qué un espectador debería pagar la entrada por “Vientos de Levante” y de “Verano en diciembre”?
CA –Porque vamos a darlo todo para que sea una experiencia que merezca la pena. Confío en que se van a emocionar y reírse también. En el caso de “Vientos de Levante” vamos a tratar de regalarles un canto a la vida, y que salgan con ganas de vivirla de verdad.
Y con “Verano en diciembre” porque si les sucede lo mismo que a la mayoría de los espectadores que ya nos han visto, saldrán removidos y entendiendo un poco más esa relación insondable que a veces se da en las familias. Algún espectador nos ha dado las gracias porque después de vernos han llamado a sus madres tras varios años sin hablarse, otros en cambio nos agradecen entender la razón por la que no quieren ver a su familia ni en Navidad y sin sentirse culpables.
Además porque el trabajo que hacen los actores es maravilloso y van a reconocerse en muchos de ellos. Deseo que se lleven una bonita experiencia y una sacudida emocional.
AH – He visto en su currículo la gran cantidad de formación que tiene y lo diversa que es ¿cómo de importante es la formación para poder trabajar en teatro?
CA – Para mí es fundamental. Hay actores que no tienen esa inquietud y muchos, muy talentosos. Para mí en cualquier caso, es imprescindible. Siempre sigo aprendiendo. El teatro es voz, cuerpo y emoción y el aprendizaje en cada terreno es infinito.
También soy docente y pienso que todos somos alumnos y profesores entre nosotros. Acomodarme es lo peor que me puede pasar, por eso estoy en continua formación. Hay personas a las que admiro y si me entero que dan un taller, me apunto.
Creo que ponerte como alumno a lo largo de tu vida te devuelve a un lugar muy bonito, de no creer que lo sabes todo. Pasas unos nervios terribles cuando vas al primer día de clase y esa vulnerabilidad está muy cerca de la creatividad.
Hace poco hice un curso de danza con Carlota Ferrer, casi todos los alumnos tenían en torno a 20 años, comencé aterrada porque me sentía muy oxidada y preguntándome qué necesidad tenía de pasar por eso a mis 36. Me lo pasé fenomenal, conocí a gente maravillosa con la que he colaborado ya en alguna cosa y todo lo que he aprendido sé que lo incorporaré en mis próximas creaciones.
Sentirte alumno te devuelve una humildad muy necesaria en esta profesión, te recuerda que todo está por aprender siempre. Te encuentras con gente muy talentosa que hace cosas muy distintas a las que tú haces y que van a sumar. El aprendizaje es infinito. Nadie puede decir, yo ya me lo sé todo.
Soy muy curiosa y quiero seguir aprendiendo, sumando. Todo eso es lo que luego conforma tu propio universo. Lo que te ha servido de cada formación lo metes en la coctelera y sale tu estilo.
AH – Ha trabajado con muchas mujeres aunque no son muy conocidas excepto con Magui Mira ¿por qué las mujeres no tienen esa visibilidad en el mundo teatral?
CA – El mundo teatral no deja de ser un reflejo de lo que es el mundo en general aunque afortunadamente tiene además el poder de ser un motor de cambio. La sociedad, en general, es machista. El Rey es Rey simplemente porque es el primer hijo varón de la familia real. El Papa es un puesto para un hombre y está vetado a las mujeres. Políticamente cuesta mucho ver a un presidente de gobierno que sea mujer, en España no ha pasado nunca. Miras los puestos de las grandes empresas y…
Es la sociedad la que tiene un techo de cristal impuesto a las mujeres. Está socialmente aceptado que esos lugares son tradicionalmente para hombres. En teatro afortunadamente hay muchas mujeres muy talentosas que están haciendo muchas cosas, pero su visibilidad real a la hora de la contratación sigue siendo más escasa.
Es una realidad contra la que se está combatiendo. Por ejemplo desde la Asociación Clásicas y Modernas se está luchando por conseguir temporadas de igualdad en los teatros.
Y aunque, como digo, el cambio social es aún lento, veo con esperanza muchas cosas que en teatro están sucediendo: Carme Portaceli dirige el Teatro Español, Helena Pimenta la Compañía Nacional de Teatro Clásico ambas haciendo un trabajo excepcional. Esto era impensable hace no pocos años.
Aún así, si preguntas por profesionales del teatro siempre suelen salir más nombres de hombres que de mujeres. Parece que cuesta. Afortunadamente esto va cambiando poco a poco. Quiero pensar que en el mundo del teatro hay ese motor de cambio, de caminar hacia una igualdad real y que pronto se refleje y retroalimente en una sociedad también más igualitaria y justa.
AH – ¿A qué mujeres del teatro le gustaría dar visibilidad?
CA – Muchas ya tienen visibilidad o lo están consiguiendo. Me gustaría mencionar a Bibiana Monje, una amiga muy talentosa, directora y dramaturga está haciendo cosas maravillosas en Canarias pero aquí en Madrid no termina de eclosionar.
Como digo afortunadamente me veo rodeada en un entorno de mujeres talentosas que están haciendo grandes trabajos como Carlota Ferrer, Denise Despeyroux, Lucía Carballal pero la lista es infinita María Velasco, Raquel Camacho, Pilar G. Almansa, Lola Blasco, Lucía Miranda, Carolina Román, Laila Ripoll y un largo eccétera.
AH – ¿Hay algo de lo que no le preguntan en las entrevistas y le gustaría que le preguntasen?
CA – En las entrevistas tratamos de dar nuestra mejor versión de nosotros, como en Facebook. A poner en valor los éxitos que hemos conseguido, o lo bien que nos va.
Me gustaría también mostrar la otra cara menos amable pero más real.
Mi trabajo y el de mis socias en La Belloch, no es suficiente para poder vivir del teatro. Es importante dejar constancia de que a pesar de todo lo que hemos conseguido, de ser programadas en el Teatro Español, en el CDN, hacer giras nacionales e internacionales no podemos vivir solo de esto.
Mis socias tienen otros trabajos y yo tengo la suerte de hacer algún capítulo en alguna serie o impartir un taller. Si no tuviera estos complementos no podría sobrevivir solo con la compañía.
Ser una empresa, sociedad limitada, mantener un local, dar de alta en las funciones, pagar el IVA, en definitiva, hacer las cosas bien, no es viable.
De hecho somos conscientes de que nuestra incursión en el Teatro Galileo es una apuesta muy alta. Así que, señoras y señores, vengan al teatro.
AH – ¿Faltaría visión empresarial en la producción teatral? ¿Una visión más profesionalizada?
CA – Por supuesto. Falta de todo: infraestructura, apoyo económico, inversión. No hay una industria real.
Nosotras como productoras lo comprobamos a diario en La Belloch. Levantar una compañía de la nada es una labor titánica. Es algo que no puedes hacer sola. Yo tengo la suerte de que La Belloch somos tres mujeres, ahora [había una cuarta que en la actualidad vive en México]. Somos un equipo entregado y vamos en la misma dirección. Esto es muy difícil.
Por eso, me gustaría poner en valor el trabajo de mis compañeras. Si puedo ser dramaturga, directora y actriz es porque lo hago dentro de un engranaje que funciona gracias a Laura Cortón y Almudena Mestre. Sin ellas, por más que yo escribiera textos, no habrían salido adelante los montajes. Hay mucho trabajo detrás de organización, planificación, producción y ejecución. Solo es posible gracias a un esfuerzo colectivo.