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Beatriz Argüello, actriz gracias a la literatura

“Las mujeres tenemos que trabajar más para conseguir lo mismo”

Beatriz Argüello es noticia porque protagoniza “El castigo sin venganza” de Lope de Vega. Obra de la Compañía Nacional de Teatro Clásico [CNTC] dirigida por Helena Pimenta que estará en el Teatro de la Comedia hasta febrero de 2019 y luego girará. Una actriz que ha desarrollado una amplia carrera en teatro junto a los mejores directores españoles desde que dejo la danza al descubrir la literatura y comenzó a estudiar interpretación en el Teatro de la Abadía.

Antonio Hernández (AH) – ¿Cómo se llega a tener un papel protagonista en una producción de la CNTC?

Beatriz Argüello (BA) – La experiencia hace mucho. El que los directores te vean en otros montajes hace que piensen en ti a la hora de hacer un reparto.

Este es el caso de Helena Pimenta. Nunca habíamos trabajado juntas. Si es verdad que me había llamado hace tiempo para un montaje de su compañía Ur Teatro que no puede hacer porque me salió otra cosa. Lo cierto es que nos conocemos de la profesión. He visto sus montajes y me imagino que ella me ha visto trabajar. Además de que he hecho varios clásicos.

En este momento de mi carrera me imagino que un director o una directora se fija en mi por todo el tiempo que ya llevo trabajando.

AH – ¿Cómo se consigue la naturalidad con la que dice el verso en la obra “El castigo sin venganza”?

BA – Es complejo porque se trata de un lenguaje elevado con una métrica que hay que respetar. Tenemos un asesor de verso, Vicente Fuentes, que ayuda mucho, con el que hemos hecho un trabajo minucioso. El nos hace fijarnos en los portadores de sentido, en los verbos. Seguir esa columna vertebral del verso que es privilegiar la acción.

Es un trabajo técnico que luego hay que olvidar para darle naturalidad. Para hacerse entender con estas palabras, lo que no es nada fácil.

AH – ¿Tiene algo que ver con la formación que recibió en el Teatro de la Abadía?

BA – Sí, seguramente sí. Por ese gusto por la palabra que nos inculcó José Luis Gómez, que es importante para cualquier texto pero más si es en verso.

Además yo tengo mucho oído musical y eso ayuda, sobre todo a la hora de decir el verso. A las personas con oído musical el verso nos resulta más fácil.

AH – ¿Tiene también buena garganta? ¿Haría un musical?

BA – Sí, me encantaría. Hice de Rosalinda en “Como gustéis” de Shakespeare que Marco Carniti convirtió en un musical de tres horas que se pudo ver en el Teatro Valle-Inclán. Y mucho antes hice “Grease”.

Tuve que tomar clases de canto. No es lo mismo la voz hablada que cantada. Me cuidaba mucho la voz en aquella época para no quedarme afónica.

Fue un trabajo muy duro, pero cuando se acabó me dije: “¡Qué pena! Yo quiero seguir cantando!” Fue maravilloso.

AH- O sea que los actores de un musical lo pasan tan bien como los espectadores de los mismos.

BA – Me encantan los musicales. Además esta explosión de musicales que hay ahora en Madrid me parece maravillosa.

El otro día me preguntaban que si no pensaba que los musicales quitaban público al resto de los teatros. No lo creo. Pienso que toda la expresión teatral que se produzca en una ciudad, suma. Cuanto más ebullición cultural haya, mejor para todos.

AH – Si se mira las producciones en las que ha trabajado ¿a qué cree que se debe que solo la hayan dirigido dos directoras, como son Helena Pimenta y Blanca Portillo, y que el resto sean directores?

BA – Cierto. Ellas dos. Nada más. Y he hecho muchos montajes a lo largo de mi carrera y estoy deseando trabajar con mujeres. No es casual. Hay menos mujeres directoras. Es una deuda que tenemos que solventar.

Hablando desde mi experiencia, tengo la sensación de que las mujeres tenemos que trabajar más para conseguir el mismo resultado que los hombres. Parece que tenemos que demostrar que somos las mejores para alcanzar puestos de poder

Ahora, si hablamos del teatro público, tenemos a Carme Portaceli en el Teatro Español, a Helena Pimenta en la CNTC y a Carlota Ferrer en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Poco a poco se van dando pasos para tener esa presencia femenina en los teatros. Lo que es fundamental e imprescindible.

Hay magníficas creadoras en la ciudad de Madrid a las que hay que dar paso. Si todo está bajo una visión masculina, lo que no es ni mejor ni peor, nos estaremos perdiendo muchas cosas. La visión del mundo que se ofrece estará descompensada. Somos iguales y somos el 50% de la sociedad. Si no se nos incluye, nos perderemos muchas cosas.

AH – ¿Fue esta situación la que le llevó a dirigir “Estaciones de Isadora” de Hugo Pérez de la Pica?

BA – No, no surgió desde esa posición de reivindicación de lo femenino sino de la necesidad de contar una historia de una forma determinada.

Aunque a medida que se fue desarrollando el proyecto Hugo Pérez de la Pica fue capaz de recoger el universo femenino de Isadora Duncan y lo que ese universo aportó. Con lo que al final si resultó ser muy femenino. Muy ondulante. Nada cronológico. Nada lineal. Muy sensitivo. Poco racional porque el lenguaje poético que se usaba te llevaba a otro sitio. Era un lenguaje que te llevaba a otra realidad.

Al final, se convirtió en algo muy femenino. Dejó una estela que a mí me gustaría retomar.

AH – ¿Quiere seguir dirigiendo?

BA –

AH – ¿Y qué le gustaría dirigir?

BA – Estoy con “Las amargas lágrimas de Petra von Kant” de Fassbinder en el que se recoge muy bien el universo femenino y lo potencio.

AH – Usted, al principio estudio danza y se fue a Estados Unidos a bailar al Alabama Dance Theater.

BA – Bueno, no fue así. Yo estudiaba danza en el conservatorio de El Escorial cuando me fui a estudiar el Curso de Orientación Universitaria [COU], lo que ahora sería 2º de bachillerato, a Estados Unidos. Y no quería dejar de bailar.

Así que me buscaron una familia americana que tenía una hija que estudiaba ballet. Entre en la academia de la hija e hice una audición y me cogieron. Fue una experiencia magnífica porque hice “Sherezade” y otros grandes ballets, con 17 años, y me fui de gira con ellos por todo el sur de los Estados Unidos.

De la danza pasé al teatro y lo dejé. Cuando empecé con el teatro me olvidé. Colgué las puntas.

AH – ¿Pero le habrá servido para su trabajo en los musicales?

BA – La danza viene bien para todo. Tienes que hacer un trabajo férreo que te da mucha disciplina. Como cuando haces un deporte de élite.

Además, te aporta conocimiento del cuerpo. Llegas al teatro con ese trabajo físico hecho. Eso es muy bueno. Sobre todo si te gusta el teatro físico como a mí.

AH – ¿Ha utilizado esta experiencia para el papel de Casandra de “El castigo sin venganza”?

BA – A mi siempre me gusta arriesgar con el cuerpo. Los directores lo ven y les gusta porque siempre es un trabajo muy agradecido. Es muy enriquecedor cuando trabajas con actores que se mueven bien y que saben trabajar con el cuerpo. El trabajo resulta muy potente.

AH – Volviendo a su experiencia americana, aunque fuera de forma semi-profesional, ¿cómo fue? ¿Tienen otra manera de hacer y vivir el teatro?

BA – Había una dinámica como más rápida. Tengo un amigo que está en Nueva York y me cuenta que allí cualquier proyecto sale más deprisa, cualquier idea se escucha. En Madrid es más “Ya quedaremos”. Cuando estuve en la compañía Alabama Dance Theater montábamos los ballets en muy poco tiempo.

AH – ¿Qué aprendió en el Teatro de la Abadía?

BA – Muchas cosas. Entré en el primer curso de formación en interpretación que se hacía allí. José Luis Gómez [el director de la Abadía] buscaba personas que ya hubieran hecho la carrera de Arte Dramático. En ese curso estaban Pedro Casablanc, Carmen Machi, Alberto Jiménez, Carmen Losa, Ernesto Arias, Ester Bellver y muchos otros.

Allí se pusieron las bases de mi forma de trabajar. Unas bases que siempre se rompen, hay que romper con el padre para poder encontrar tu propia forma de trabajo. Las maneras que a uno le vienen bien.

Aunque, una buena formación como la que yo tuve en la Abadía siempre es fundamental. Estuvimos entre 6 y 7 meses ensayando “El Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte” de Valle-Inclán. Además, vino Jacques Lecoq y todos los grandes maestros europeos a darnos talleres.

Posteriormente nos hicieron actores residentes y nos pasábamos el día allí. Por la mañana en talleres y por la tarde actuando. Fue muy intenso.

AH – ¿Qué es lo que le atrajo del teatro que le hizo dejar el ballet?

BA – No lo sé. Llegué de Estados Unidos y no sabía si quería seguir bailando. Mi padre, que había sido actor, me animó a que hiciera teatro.

Enseguida me metí y descubrí el mundo de la literatura. A Shakespeare, a Chejov. No daba crédito. En la escuela de Ángel Gutiérrez nos animaba a coger un texto y hacerlo. Yo cogía, por ejemplo, el monólogo de Salomé con la cabeza Iokanaán y lo hacía aunque en ese momento yo no tenía ni idea de hacer teatro. O a Julieta.

AH – ¿La escuela de Ángel Gutiérrez fue antes o después de la escuela de la Abadía?

BA – Fue antes.

AH – ¿Y qué aprendió con él?

BA – Con él descubrí el teatro. En la literatura, en los grandes textos. Fue el inicio de mi pasión por esta profesión. Él es tan apasionado, tan ruso en ese sentido, tan romántico, que nos tenía bajo su batuta con todo eso.

AH – Ha trabajado con grandes directores de teatro españoles que a mi me parecen muy diferentes en su forma de trabajar ¿buscó usted esa diversidad? ¿Y qué le ha aportado?

BA – No. En el teatro los proyectos te llegan. Es muy difícil que tengas varios proyectos de teatro a la vez y que puedas elegir. A lo mejor te coinciden, pero no es lo habitual.

El trabajar con distintos profesionales me ha dado flexibilidad. Me ha hecho muy permeable y me mantengo en una actitud de aprendizaje constante.

Es muy rico y muy sano para un actor trabajar con diferentes directores y sus distintas maneras de trabajar. El proceso de trabajo es muy distinto con cada uno y de eso te vas nutriendo.

AH – ¿Por qué cree que estos directores llaman a su puerta?

BA – Porque pensarían que era la más adecuada para sus personajes. Y por lo que habíamos hablado al principio de la entrevista. Me han visto. Han oído de mí. Y, ahora, como todo está accesible en la red, pueden ver mi currículo, se pueden poner en contacto conmigo directamente, ver vídeos, llamar a otros directores y preguntarles por cómo trabajo.

Para la gente que empieza es muy difícil porque no se hacen muchas pruebas en teatro. Yo tuve la suerte empezar desde muy joven en el circuito teatral y de tener visibilidad en este mundo. Es un entorno que cuando entras y haces bien el trabajo, te vas encarrilando.

Sin embargo, hablando con actores jóvenes, te preguntan cómo hacer para estar en los grandes centros públicos. En el caso de la joven CNTC se hacen pruebas para entrar en ella a la que se presentan tropecientos mil.

AH – Hemos hablado de hacer musicales, de dirigir un nueva obra ¿algún otro proyecto en cartera?

BA – Ahora mismo estoy centrada en “El castigo sin venganza”. Estaremos en el Teatro de la Comedia hasta febrero de 2019. Tenemos gira. Iremos a Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro quince días.

Pero me gustaría tener en cartera el ir al Festival de Mérida. Hacer una Electra o una Medea. Interpretar a una de esas mujeres trágicas.

AH – ¿Hay algo de su trayectoria que no hayamos tocado y le gustaría tratar? ¿Por ejemplo, el Premio Mihura que recibió en 2016?

BA – Ese premio fue muy bonito porque solo se da a actrices. Estuve acompañada por muchas compañeras lo que me emocionó más que recibir el premio. Me gusta ese mundo teatral de mujeres, de compañeras. Como las que tengo ahora en “El castigo sin venganza”: Lola Baldrich y Nuria Gallardo.

Y luego está el mundo del teatro y ser madre.

AH – ¿Cómo se gestiona el ser madre con los horarios de trabajo que se tiene en el teatro?

BA – Se gestiona con la ayuda de la familia o con alguien que pagas. Cuando los niños eran muy pequeños, iba a los bolos fuera de Madrid con mis tres hijos pequeños y la chica. Yo estaba pagando por hacer teatro, ese bolo me costaba dinero.

Cuando eres madre, que es algo que yo elegí y que me hace muy feliz, tienes otra realidad a la que hay que hacer frente. Tienes que pensar quién va a cuidar de los niños y que se va hacer cuando estás trabajando. Es un esfuerzo extra, exige tiempo. Hay que tener en cuenta la logística para evitar el estrés y estar fuerte a las ocho de la tarde en el teatro y poder darlo todo.

AH – ¿Hay algún tema que no hayamos tratado en esta entrevista y del que le gustaría hablar?

BA – Sí. Me gustaría hablar de política y cultura. Parece que los políticos piensan que la cultura es algo prescindible, que sin cultura se puede vivir. Yo creo que un pueblo sin cultura está perdido. No le queda nada.

Por eso, me gustaría ver a más los políticos, altos funcionarios y miembros del gobierno en teatros, exposiciones, presentaciones de libros, etcétera. Que actuaran de role model y normalizasen su presencia en estos actos dando valor al trabajo de los creadores. Unos creadores que sin apenas ayudas ni soporte siguen haciendo su labor.

También que se traiga a los más jóvenes al teatro. A mi me encanta ver el patio de butacas lleno de chavales de instituto, como el otro día en el Teatro de la Comedia. Se portan fenomenal. Y si chismorrean que chismorreen. Y si se ríen porque la madrastra se enrolla con su hijastro, pues que se rían.

Debería crearse una red más sólida entre la sociedad y su cultura. Como en otros países. Por ejemplo, en Reino Unido los chavales se saben las obras de Shakespeare y a los actores se les hacen lores. Aquí no. La sensación de desamparo y la poca repercusión social de toda expresión artística en este país es desoladora. Por eso hemos de trabajar con fuerza

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